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    ¡Caracoles! un exótico platillo

    Para muchos podrán no ser atractivo gastronómico, pero son un guiso muy arraigado en la zona donde el maguey aún existe en grandes extensiones

    El campo hidalguense esta plagado de biodiversidad que históricamente es aprovechada por los habitantes para su consumo por su gran sabor y, sin saber, por su alto contenido nutricional. Un claro ejemplo son los caracoles de campo, estos moluscos gasterópodos que podemos encontrar en estas fechas en municipios semidesérticos de la entidad.

    Estos son recolectados de los árboles, frutales, cosechas de maíz, así como en los magueyes, con fines gastronómicos e, inclusive, cosméticos.

    De acuerdo con el Señor Marcelo, habitante del municipio de Chilcuautla, los caracoles tienen más proteínas que la carne de res o cerdo, además de que la baba del caracol tienen efectos cosméticos y sus conchas se pueden utilizar como artesanías como aretes, llaveros o pulseras.

    Se desplazan por las plantas y el suelo de manera cautelosa y despacio, a su paso dejan una estela de o camino color blanco, su movimiento se debe a que buscan ramas de plantas frescas para comer.

    Estos moluscos se recolectan en envases o arpilla, se lavan en agua para quitar tierra y desflemarlos, es decir que tiren toda su baba, después se hierven para seguir quitando baba, se sacan de sus conchas, y están listos para guisarse en diferentes platillos para su consumo.

    En algunos lugares tambien optan por ponerlos en un comal a cocer a fuego directo y solo esperan que se desflemen por el calor, luego, con una puya de maguey se sacan y se corta la parte final que es donde almacenan sus desechos y ahora sí a guisar.

    Generalmente se cocinan al mojo de ajo, con cebolla bien picada, chile serrano y un poco de orégano. Pero la variedad de formas de prepararlos es enorme.

    Por ejemplo, en caldo, en ceviche, en mixiote con otros ingredientes. También como relleno de gorditas o simplemente asados en un taco con salsa de molcajete.

    En un tiempo, abundaron los caracoles en el Valle del Mezquital y los pobladores los recolectaban para después llevarlos a los restaurantes de la Ciudad de México, donde se vendían por kilos, relató Don Marcelo.

    De igual forma en municipios como Epazoyucan, Mineral de la Reforma, Apan, Tepeapulco, Singuilucan entre otros. Cabe resaltar que no es común utilizar el caracol de jardín, pese a que se alimenta igualmente de vegetación, no es tan apreciado como sus primos del campo.

    Lamentablemente, derivado de la utilización de plaguicidas en los campos de cultivo, además de la desaparición de estas grandes extensiones de terreno para crear fraccionamientos, la población fue reducida, ahora hay que recorrer grandes distancias para poder juntar una pequeña cantidad, lo que los hace aún más cotizados.

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