Tres generaciones han salido de sus lugares de origen en busca de oportunidades educativas y laborales
Las muxes que apostaron por migrar a la Ciudad de México, para buscar oportunidades académicas y laborales, hoy son contadoras, administradoras, activistas, maestras de danza y artistas.
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En el Istmo de Tehuantepec de Oaxaca, principalmente en Juchitán, las muxes son consideradas una bendición para su familia y se les reconoce como el tercer género, al ser hombres que adoptan los roles de las mujeres, pues participan en actividades domésticas y cuidan a sus madres y padres.
Pese a ser respetadas, el contexto económico y educativo las ha obligado a dejar sus lugares de origen. Tres muxes de distintas edades y regiones contaron a Merolico Informativo 🧿de México cómo se adaptaron al contexto urbano, conservando sus tradiciones zapotecas.
Una de ellas es Naila López, quien dejó Huatulco cuando tenía 20 años. Migró de su pueblo donde tuvo que abandonar sus estudios para trabajar en una cantina como mesera, aunque el mayor de sus sueños era terminar una carrera.
“Desde chiquita mi sueño siempre fue salir de mi pueblo porque yo veía que todos mis primos se quedaban en el campo, aunque el mayor logro que se tiene allá es terminar la prepa, al final corres al campo, al café y al cultivo de la tierra, tienes que agarrar tu machete y yo decía de qué sirve estudiar”, narró.
Naila lleva seis años viviendo en la capital donde pudo concluir su preparatoria y su carrera en contabilidad. Actualmente es maestra de danza y peinadora tradicional.
“Un día una de mis tías me dijo que viniera a vacacionar a la ciudad, me dijo yo te pago todo, pero detrás de este ven a visitarme había algo escondido, que ella estaba embarazada y yo por ser una de las muxes de la familia, dijo: ‘pues que me cuide ella’”, señaló.
Aunque la ciudad no la recibió con los brazos abiertos y enfrentó situaciones de discriminación y abuso laboral, no sólo logró superarse profesionalmente, también trajo a su madre y a sus hermanos de quienes se hace cargo y les paga sus estudios.
“Yo venía de la vida del pueblo y uno en su inocencia se imagina a la ciudad de otra forma, como dice la canción: ‘los caminos de la vida no son como yo pensaba’. Primero me encuentro que me vine a encerrar meses con mi tía para cuidarle a su bebé, después me aventaron a la ciudad a buscar trabajo donde me asaltaron, me pagaban poco y donde me pasó de todo”, contó.
Con el tiempo, se adaptó a la capital, encontró trabajo y hasta recuperó sus tradiciones, pues cada año asiste a la Vela Muxe de las Auténticas Radicadas en la Ciudad de México y a la marcha LGBTQ+, donde orgullosamente representa a su comunidad.
De acuerdo con la UNAM, en el Istmo de Tehuantepec hay aproximadamente 3 mil muxes, quienes también pertenecen al espectro de la diversidad sexual y de género. Sin embargo, se desconoce el número de las personas que se han desplazado desde sus lugares de origen a otras entidades del país.
Algunas son consideradas como mujeres transgénero, mujeres transexuales y hombres gay, por ello, se han convertido en activistas que luchan por la inclusión y derechos de la comunidad.
Karla Rey es otra muxe que migró a la Ciudad de México cuando tenía 14 años. Borda, maquilla, danza y preserva sus tradiciones.
“Llegué a la Ciudad de México a los 14 años, pero también viví en la capital de Oaxaca. No fue difícil adaptarme a la ciudad porque llegué en mi adolescencia y ya había vivido en diversos lados”, señaló.
Karla, ahora de 35 años, estudió la preparatoria y la carrera en danza folclórica en la capital. Aunque al inicio fue complicado tener trabajo, encontró una oportunidad de crecimiento a través de su cultura.
“En mi época de la preparatoria fue cuando comencé a dedicarme a la danza, después entré a la Escuela Nacional de Danza Folclórica, pero dije: ‘no, pues con las artes Karla se va morir de hambre’, entonces mi papá me regresó a Tehuantepec a bordar”, explicó.
“Mi papá me dijo: ‘bueno por lo menos vendiendo un traje vas a tener dinero’. En ese tiempo un traje estaba entre 15 y 20 mil pesos, ahorita están en 45 mil pesos, pero los diseños de trajes antiguos son de ocho meses, de ocho horas diarias o más tiempo”, agregó.
La mujer ha pertenecido a diversas escuelas de danza folclórica como el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), la academia de la Danza Mexicana, la Nacional de Danza Nellie y Gloria Campobello, además de formar parte del ballet de Amalia Hernández.
“También me dedicaba de lleno al cuidado de mi madre. Mi madre falleció cuando yo tenía 30 años, en ese entonces yo daba mis talleres de bordado, ya había creado el colectivo de Verbena Muxe, pintaba, bailaba, siempre las artes han sido mi pasión y mi modo de vivir, pero mi prioridad siempre fue mi madre”, resaltó.
Actualmente, da cursos de bordado tradicional en diversos lugares. Es activista y promotora de la difusión y comunidad muxe.
En tanto, Mayra Vera es una muxe que nació en la Ciudad de México. Su madre salió de su pueblo, Reforma de Pineda, en 1973 y fue en la capital donde se casó y tuvo cinco hijos.
“Mi madre no pudo estudiar, pero se casó e hizo muchas cosas para sacar adelante a la familia. Trabajaba en casas como cocinera o en algunos salones de eventos sociales”, indicó.
Mayra estudió Administración de Empresas, trabaja en el Insituto Nacional Electoral (INE) y como lo dicta su tradición, de sus cuatro hermanos fue elegida para honrar y cuidar a sus padres; sin embargo, considera que las muxes tienen derecho a crecer profesionalmente y a contar con las mismas oportunidades laborales que todos.
“Mi madre nos impulsó a estudiar a mí y a mis cuatro hermanos, terminamos nuestras carreras y nos titulamos gracias a su apoyo incondicional. Ella nos inculcó el amor a nuestras raíces oaxaqueñas, en especial las istmeñas, a sentirnos orgullosos de ellas”, resaltó.
La mujer de 49 años fue reina muxe en 2018 en la CdMx y aunque no nació en Oaxaca viste con orgullo sus vestidos de Tehuana y lleva el nombre de Mayra en honor a su madre.
“Las muxes que vienen a la CdMx vienen a estudiar, a terminar su carrera y a tener una vida mucho mejor que la del pueblo, porque en el pueblo no es lo mismo ser la que peina, la que maquilla y borda, pero si no encuentran un trabajo digno de eso, no tienen muchas oportunidades de ganarse la vida”, lamentó.
Según una encuesta de la organización Mexfam, aplicada a 128 personas, una de cada 10 muxes no terminó la primaria y al menos la mitad se ha sentido discriminada en la escuela.
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Cada año, las tres mujeres coinciden en la Vela Muxe de las Auténticas Radicadas en la Ciudad de México. Bordan y diseñan el mejor traje de Tehuana para asistir a su gran fiesta, que este año se celebrará el próximo 6 de julio en el Salón Olímpico de Iztacalco.
En esas ocasiones especiales, portan refajo, enagua, huipil bordado de grandes flores, trenzas con listones y flores naturales, alhajas, pulseras, entre otros accesorios, que las hacen lucir como si estuvieran en una de las tradicionales velas de Juchitán, donde se celebra a los santos patronos. “Nosotras decimos, indias pata rajada, pero bien alajadas”, bromeó Karla.